¡De Lima a Cusco en auto: una aventura a mil revoluciones por minuto!

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Agarrando la Panamericana Sur y pisando el acelerador, salimos de Ica con el sol radiante y la moral a tope. Nuestro destino final: la mágica Cusco. En el camino, una parada obligada en las Líneas de Nazca, ese enigma gigante grabado en la tierra que nos deja con la boca abierta.

Abandonando la Panamericana, giramos a la derecha y encaramos la sinuosa ruta hacia Cusco. Un camino que serpentea por la Cordillera de los Andes, desafiando las alturas y poniendo a prueba nuestra resistencia.

La meta del día 

Abancay. Aunque si el cansancio nos vencía, Puquio sería nuestro refugio temporal. En busca de un hotel con cochera para nuestro fiel compañero de cuatro ruedas, nos adentramos en la ciudad.

El camino se estrecha, dejando atrás la amplitud de la Panamericana. El asfalto impecable nos anima a seguir ascendiendo, sorteando curvas cerradas y dejando atrás un paisaje cada vez más rocoso y árido.

¡Pero ojo! Las anécdotas no tardan en aparecer. En cada curva cerrada, la tensión aumenta al ver bajar esos monstruos de la carretera: camiones de varios ejes invadiendo nuestro carril. ¡Adrenalina pura!

A medida que ascendemos, la inmensidad del altiplano se extiende ante nuestros ojos. Un mar dorado llamado Pampa Galera, donde la carretera se vuelve llana por unos 30 kilómetros. Un paraíso para las alpacas, que cruzan con total desparpajo, obligándonos a reducir la velocidad.

En un pequeño caserío, buscamos un baño para mi heroína. Pero sorpresa: ¡cerrado por mal uso! Parece que algunos viajeros no tienen modales ni conciencia.

Unas cuantas recomendaciones para este día de infarto

• Llena el tanque en Paracas, porque las gasolineras escasean.
• Cruza los dedos para encontrar un baño decente en la carretera.
• Altitud + alcohol en algodón: la combinación perfecta para combatir el soroche.
• Bebe mucha agua y ten a mano algo para picar.
• Si las curvas te marean, haz una pausa para recuperar el aliento.
• Cuidado con los rompemuelles en los pueblos.
• En algunas zonas, adiós señal de celular.
• Por favor no beber bebidas alcohólicas si estas al volante.

Tras superar montañas y descensos, llegamos a Puquio a las 5 de la tarde. Buscamos alojamiento, pero nada nos convence. Reponemos combustible y ponemos rumbo a Abancay, con la esperanza de llegar antes de las 8 de la noche.

Pero la aventura no ha terminado

Al bajar una montaña con mil curvas y bajo la amenaza de una tormenta, nos encontramos con un río al borde de la carretera. El cielo se ilumina, la lluvia arrecia y los carteles advierten de peligro de deslaves.

La noche cae, la oscuridad nos envuelve y la lluvia torrencial nos resta visibilidad. El asfalto negro se traga las luces del auto y las piedras caen de la montaña a la izquierda, mientras el río ruge a la derecha. ¡Un cóctel de emociones!

Reducimos la velocidad, sorteamos piedras y nos cruzamos con vehículos que también esquivan obstáculos. Finalmente, a las 10 de la noche, llegamos a Abancay, exhaustos pero felices de haber encontrado nuestro hotel reservado.

¿La sorpresa final? 

En el baño, ni una toalla a la vista. Al reclamar en recepción, nos dicen que las esconden porque los huéspedes se las llevan. ¡Insólito!

Así termina nuestro segundo día de viaje. Mañana, más aventuras nos esperan en el camino a Cusco. ¡No se lo pierdan!

P.D.: Esta historia continuará en la próxima publicación.

Estadísticas del viaje:

• Kilómetros recorridos: 596 km (aproximadamente).
• Tiempo de conducción: 16 horas 30 minutos (aproximadamente)
• Momentos de adrenalina: ¡Incontables!
• Paisajes: De infarto
• Alojamiento: Una aventura en sí misma
• Frustraciones: Baños clausurados y toallas desaparecidas
• Emociones: ¡Todas!

¿Te animas a vivir esta aventura?

Nuestro blog: aventurasviajesdrones.blogspot.com

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¡Hasta pronto!